La convivencia urbana se basa en la artificialidad. Se establece, reglamenta o arbitrariamente se asienta sobre espacios de recreo donde las personas satisfacen fines comunes y regresan al final del día a sus respectivos hogares.
Por otro lado, los vecinos son como hermanos; conocerlos debe partir de una relación honesta; después de todo, son las personas más cercanas, no los hemos elegido, pero están ahí. Compartimos una realidad que tiene más en común que el simple hecho de vivir juntos.
¿Por qué no los consideramos? Ya vivimos con ellos, entonces ¿por qué no vivir y compartir con ellos?
Como todo aprendizaje, este debe proporcionar placer; aprender a convivir puede llevarnos a una vida más placentera, más sencilla en recursos y rica en relaciones.
Como todo aprendizaje, este debe proporcionar placer; aprender a convivir puede llevarnos a una vida más placentera, más sencilla en recursos y rica en relaciones.
Cada relación positiva se crea con un buen sentimiento y se fomenta con la complicidad.
María y Juana son las complicidades manifiestas de la comunidad bien conectada. Un ejercicio de cultivo y adopción de nuevas formas naturales de relación entre vecinos para crecer.
Para ello, se pueden aprovechar los espacios en desuso, los patios comunitarios, para generar dinámicas sociales basadas en el disfrute y el crecimiento sostenible.
María y Juana son las complicidades manifiestas de la comunidad bien conectada. Un ejercicio de cultivo y adopción de nuevas formas naturales de relación entre vecinos para crecer.
Para ello, se pueden aprovechar los espacios en desuso, los patios comunitarios, para generar dinámicas sociales basadas en el disfrute y el crecimiento sostenible.
Las relaciones sostienen todas las ciudades; por lo tanto, fomentar la buena química entre vecinos les da una estructura sólida.
María y Juana, tus nuevas vecinas.